22 de febrero de 2012

Atención temprana: el mejor aliado

A los doce meses, un bebé debe poder señalar cosas, responder a su nombre y mostrar objetos, de lo contrario es importante una evaluación profesional para descartar el trastorno de autismo.

Ana Isabel Villela avillela@elperidico.com.gt

EP

Se calcula que en Guatemala hay unas 80 mil personas viviendo con el desorden de amplio espectro –porque afecta a cada individuo de manera diferente, aunque siempre en tres áreas: social, comunicativa y de conducta conocido como Autismo, término dentro del cual se incluyen además otras condiciones, como el Síndrome de Asperger, el Síndrome de Rett, el Trastorno Desintegrativo de la Niñez y el Trastorno Generalizado del Desarrollo no Especificado.

El autismo es 3 veces más frecuente que la diabetes juvenil, 4 veces más frecuente en niños que en niñas, y 5 veces más frecuente que el Síndrome de Down. “A los doce meses, los papás empiezan a ver sutilezas que indican que su hijo no se está desarrollando dentro del esquema normal, y a los dieciocho, el problema ya es evidente; lo que sucede es que los pediatras no suelen estar formados en el trastorno, así que cuando llegan los padres a preguntarle qué tiene el niño, pocos saben a dónde enviarlos para adquirir un diagnóstico acertado”, comenta el doctor Julián Watson, médico y cirujano, ginecólogo, y doctor en Psicología Médica y Salud Mental, hoy día dedicado cien por ciento al amplio campo del autismo, quien asegura que de todos los niños que llegan con su pediatra con los síntomas más comunes del trastorno, solo un 10 por ciento es identificado e iniciado en el tratamiento, el resto tardará hasta seis y siete años en tener un diagnóstico. Berrinches muy severos, conductas agresivas, y hasta cuadros de autolesión son algunos de los síntomas más frecuentes de este trastorno, cada vez más frecuente en la sociedad.

“Es indispensable la atención temprana, las conductas del autismo se pueden corregir, autismo no es igual a retraso mental. Estos niños padecen de ansiedad permanente y severa, son obsesivos compulsivos, tienen mucha ira y mucha fuerza y todo su sistema sensorial está alterado, sus siete sentidos no están bien calibrados, o sienten mucho o no sienten nada”, agrega Watson.

Estos pacientes presentan extrema fotosensibilidad y pueden incluso convulsionar por el descontrol que les genera el ruido que hacen los ventiladores o el agua que pasa por las alcantarillas, cosas que una persona normal ni siquiera nota. “Es típica la frase aquella que dice que el autista oye crecer la grama. También su sentido del gusto está alterado, por eso son muy selectivos a la hora de comer, no es que no les guste un sabor sino que a menudo no toleran las texturas de los alimentos, como la del brócoli, por ejemplo”, continúa el especialista.

A la fecha no hay ningún examen biológico que determine que alguien tiene la condición, solo se sabe a ciencia cierta que estos pacientes tienen la cabeza más grande que el resto, y que en su corteza cerebral hay un 90 por ciento más de neuronas. Lo que se usa para el diagnóstico temprano es un protocolo estadounidense estandar, promovido por Watson localmente, con el apoyo del Ministerio de Salud (CHAT y M-CHAT), y a partir de el se establece qué tiene el paciente y se inicia en una terapia.

Watson hace evaluaciones y diagnósticos, da terapia a los padres y las familias y educa a profesionales de la salud en el tema. “La meta es la independencia, un niño autista puede llegar a tener una vida universitaria e incluso a casarse, con las terapias ellos logran reconocer sus conductas irracionales y aprenden a modificarlas, por eso es tan importante empezar lo antes posible”, concluye el especialista.

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