8 de mayo de 2012

México: El acompañamiento del maestro sombra


Emiliano no podía escribir la palabra sol sin ver un dibujo de este astro. Tampoco lograba escribir la palabra mar sin ver el océano dibujado en una pequeña cartulina. Hoy, esto ha cambiado, en gran parte gracias al apoyo de su maestra sombra.

Él es un niño de ocho años que nació con autismo; su diagnóstico fue trastorno generalizado del desarrollo, ubicado dentro del espectro autista.

A decir de sus maestros, Emiliano siempre contó con grandes habilidades sociales, pero con dificultades de aprendizaje. Por esa razón, desde muy pequeño se manejó con tarjetas y dibujos para poder interactuar con el mundo que lo rodea; y ese método, según quienes conviven con él, no era siempre una solución viable. Él necesitaba formar parte de lo que habitualmente suele conocerse como el mundo “típico”.

Fue esa una de las razones por las que Teresa Trochez, su madre, decidió incorporarlo a un escuela tradicional, ya que estaba en un colegio Montessori “y este sistema no estaba contribuyendo a potencializar o incrementar sus habilidades académicas”, comenta Alejandra Juárez, coordinadora de Integración Educativa y maestra sombra egresada de la UNAM.

Para incorporarlo a una escuela tradicional fue necesario que contara con una maestra sombra, cuya función ha sido su integración escolar a través de técnicas terapéuticas que lo ayudan (a Emiliano y a cualquier otro niño autista) a tener un mejor desempeño escolar y social, dentro y fuera del salón. Viviana Méndez, su maestra sombra, no se separa de él durante el tiempo en que permanece en la escuela.

Es la maestra sombra quien se encarga de la integración escolar del niño con autismo. Ella sabe cómo establecer, día a día, resultados objetivos y metas alcanzables para el niño.

Es quien debe tener los recursos teóricos y el conocimiento de los distintos abordajes terapéuticos para la modificación o implementación de nuevas conductas en el niño con autismo en la escuela; se encarga de hacer las adaptaciones curriculares, es decir, modificar las condiciones en las que el niño realiza su aprendizaje, dando prioridad a ciertos contenidos, suprimiendo otros o incorporando nuevos en el salón de clases, agrega Juárez.

Emiliano es el primer niño con autismo integrado a la escuela La Salle, y para Viviana Méndez sus avances han sido muy satisfactorios: “Ya no requiere leer las tarjetas para poder escribir las palabras; ahora escucha la palabra sol o la palabra mar, y las escribe sin ver las cartulinas con los dibujos. Lo mismo ocurre con los números, que ya identifica por su sonido.

Para Viviana, su principal función como maestra sombra ha sido crear un puente de comunicación y entendimiento entre el niño con autismo y el ambiente escolar.

A veces los ven como “rivales”

Es la maestra sombra quien se encarga de establecer la comunicación entre la profesora del grupo y el alumno con autismo, compartiendo con ella el conocimiento del espectro autista y los posibles abordajes terapéuticos, de manera que la maestra del grupo conozca más al niño.

Hay ocasiones —Viviana lo ha experimentado— en que “la maestra del grupo ve a la maestra ‘sombra’ como un rival que le quita autoridad, y sobre todo como una persona que cuestiona sus métodos de enseñanza cada vez que hace adecuaciones de instrucciones o curriculares necesarias para el niño”, enfatiza.

Para expertos, el trabajo en equipo es fundamental; de ahí la importancia de que esté claro el rol de la maestra sombra en el salón. Por ejemplo, cuando refuerza una conducta deseada al mismo tiempo que ignora una disruptiva o inadecuada: si el niño está mal sentado, pero está trabajando bien, le refuerza el buen trabajo sin tomar en cuenta que está mal sentado.

“Finalmente, el trabajo de la maestra sombra no es sencillo, sino muy especializado, agrega Juárez Valadez, coordinadora educativa de la Clínica Mexicana de Autismo (Clima). Tiene, además, la responsabilidad de sensibilizar y educar a los demás niños ante ciertos temas de las expresiones autistas, como el sacudir o girar las manos continuamente; el retraso en el desarrollo del lenguaje expresivo y receptivo; la adhesión aparentemente inflexible a rutinas específicas; la dificultad para adaptarse a cambios y para la anticipación y el establecimiento de metas, así como la autorregulación y automonitoreo de tareas, entre otras dificultades”.

Los compañeros de Emiliano se han acercado a Viviana Méndez para preguntarle: “¿Por qué Emiliano no puede trabajar solo?, ¿eres su mamá?, ¿qué es ser una maestra sombra?”. Y es justamente ella quien se ha encargado de que los niños de la escuela se dirijan a Emiliano de una manera adecuada y respetuosa.

“Debemos sensibilizar a los niños ‘regulares’, ayudarlos a que establezcan nuevas conductas ante sus compañeros con autismo. Por ejemplo, tocarles el hombro cuando se les habla; dirigirse a ellos pidiéndoles que Emiliano los mire a los ojos, pues es fundamental que el niño con autismo establezca contacto con su interlocutor”, comenta.

“Conviene sensibilizar al niño que hace este tipo de preguntas, y así buscar que nuestra respuesta informe y favorezca su cultura sobre el autismo”, dice la experta en sicología y pedagogía.

“Nosotras les damos a conocer [a los niños del grupo] los gustos, habilidades, intereses del niño autista, pero también qué les produce disgusto o alteración, lo cual podría ser grave, pues podría ocasionarle, por ejemplo, una autoagresión. Si esto ocurriese, en principio se le sugiere al niño una conducta aceptable; o cuando el niño se está golpeando, se le interrumpe la conducta disruptiva pidiéndole que lleve las manos a sus bolsillos”, concluye Juárez Valadez.

¿A dónde acudir?: www.clima.org.mx

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