3 de mayo de 2012

España/Madrid: Aprender para que los compañeros con autismo también aprendan

Alumnos de un colegio madrileño crean herramientas para otros estudiantes con discapacidad

Programan ejercicios y juegos que utilizarán los usuarios de un aula especializada

M. F. MAESO / C. ROSILLO / L. ALMODÓVAR

Laura se señala un golpe en la frente. Se ha caído. Pero en cuanto se enciende la pizarra digital de su clase se le olvida. Es una de los seis alumnos con trastorno del espectro autista del colegio Montserrat, un centro concertado laico en el distrito de Retiro que suma casi un millar de estudiantes de 3 a 14 años.

Este curso han empezado un proyecto en el que las clases de 1º de ESO preparan herramientas informáticas para sus compañeros con necesidades especiales. “Todos somos parte del centro preferente para alumnos con trastorno generalizado del desarrollo (TGD), también todos los chavales”, proclama Silvia Gallego, docente y una de las promotoras de la iniciativa.

“En cuanto enciendo la pizarra, tengo la atención de Laura”, comenta Silvia, su profesora

Laura y Silvia son el germen del proyecto. La maestra es la tutora de clase de 1º de infantil donde acude esta alumna, con 24 compañeros. Cada mañana empiezan repasando la fecha, el tiempo y quiénes faltan. Utilizan herramientas que ha preparado Silvia para la pizarra interactiva. “En cuanto la enciendo, tengo la atención de Laura”, comenta.

Todos los escolares siguen los ejercicios, pero están especialmente dirigidos a la que tiene más dificultades para comunicarse, que necesita recibir la información de forma visual y clara. “Nuestros estudiantes con autismo tienen un buen nivel cognitivo, pero cada uno necesita atención específica”, detalla Teresa Cuenca, tutora del aula de las Estrellas, denominación de esta clase TGD, con un guiño al barrio (Estrella).

A primera hora, los alumnos con autismo pasan por allí. Después se integran en sus respectivas clases, en la que se intentan que pasen todo el tiempo posible con apoyo de Teresa y de una técnico de integración social, Lorena. “Para trabajar con estos alumnos usamos pictogramas –dibujos que representan cosas y conceptos- y los vamos adaptando a los equipos informáticos (pizarras y ordenadores) que utilizamos”, explican Silvia y Teresa.

Un proceso en el que este curso se ha implicado también a alumnos: “Hemos dedicado las clases de tecnología del segundo trimestre a preparar secuencias y juegos para los alumnos del aula de las Estrellas”, explica Manuel Agudo, profesor de esta materia.

Calle, lluvia, abrigo

“Calle, lluvia, abrigo. Si salimos a la calle y llueve, nos ponemos el abrigo”. En las actividades preparadas por los estudiantes se siguen las indicaciones de las especialistas en alumnos con TGD, “pictogramas sencillos, con letras mayúsculas, arial y negras, y en un orden determinado, explican los estudiantes. En parejas, cada uno ha preparado una de estas secuencias y un juego. Hay de todo: laberintos, programas de sumas y multiplicación, un frontón...

Clase de tecnología en el colegio Montserrat. / CARLOS ROSILLO

Alejandro, de 1º de ESO A, muestra con soltura cómo diseñar una de estas actividades en pocos minutos. La programación ya le atrae como ocupación profesional. “Manejan conceptos muy especializados, como el desarrollo de bucles, los condicionales o las coordenadas”, destaca el profesor. Aprenden para que a su vez aprendan sus compañeros con autismo, lo que les motiva: “Es bonito que podamos ayudar a niños con problemas”, comenta Noelia, otra alumna de 1º A cuyo hermano pequeño comparte clase con uno de los alumnos del aula de las Estrellas. En ella espera Teresa poder revisar pronto sus herramientas para empezar luego a utilizarlas en las pizarras SMART.

El colegio Montserrat, de la Fundación Hogar del Empleado (Fuhem), es, por petición propia, centro de atención preferente al alumnado TGD desde este año. Ya hace cuatro que integraron cinco estudiantes de este tipo, que ahora están en 4º y 5º de primaria, a través de un convenio con la asociación Aleph. Ahora buscan optimizar la atención a este colectivo a través de las nuevas tecnologías.

No siempre es fácil. Martín y Ángel, dos compañeros de Laura en el Aula de las Estrellas de su misma edad, no quieren cuentas con la pizarra. Martín grita potentes noes, mientras Ángel deambula por la clase. Ajena al jaleo, Laura se esmera en el ejercicio. Y, cuando nadie se lo pide, Ángel se anima. Teresa, su tutora en el aula especial, resume: “Es complicado, hay que darles su tiempo, cuidar mucho la atención, pero siempre, siempre merece la pena”.


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