Hace 12 años, Rachel Miller se sentía
perdida por la situación de su hijo John. El niño de 7 años estaba totalmente
discapacitado debido a su autismo.
Dado que no podía hablar, él se alejó de
las personas de la escuela y, peor aún, de su familia.
En marzo de 2003, Miller conoció a Jeff
Hancock, un terapeuta de atención individual para las personas con autismo, y
las cosas empezaron a sentirse un poco más llevaderas.
Contrataron a Hancock para que fuera la
compañía de John. Los fines de semana, ambos solían ir al centro comercial en
Stuart, Florida, a ver a la gente. Hancock platicaba con John durante sus
excursiones, a pesar de que John no podía responderle.
Su relación evolucionó cuando Hancock
involucró a John en las Olimpiadas Especiales del condado de Martin. Hancock,
un voluntario de hace mucho tiempo de la organización, y Miller decidieron que
John debía involucrarse en los deportes luego de que vieron algo poco común:
cada vez que John corría o estaba activo, sonreía.
Hasta ese momento, Miller dijo, era
prácticamente imposible lograr que John se involucrara en los deportes debido a
su condición.
"Había muy poca gente que sabía cómo
manejar una discapacidad tan severa como la de John", dijo. "Incluso
los profesores y profesionales no pudieron llegar a él".
Una de las áreas de dificultad era la
comunicación. John no podía hablar y, por lo general, era indiferente con las
personas.
Además, la gente se distanciaba cuando veía
que el adolescente se lastimaba a sí mismo. John solía morderse los brazos y
las manos e incluso se golpeaba dándose fuertes golpes en la cabeza, dijo
Miller.
A medida que John fue creciendo, sus
problemas de comportamiento se intensificaron. Sin embargo, mientras que los
profesores y sus compañeros se alejaban, Hancock se acercaba aún más a él.
Cuando John cumplió 12 años, Hancock lo
empezó a involucrar en el atletismo en pista de las Olimpiadas Especiales.
Durante los tres primeros años, ambos simplemente observaban las prácticas y
los eventos del deporte. Hancock trabajó diariamente con John, mostrándole
todo, incluyendo dónde sentarse, pararse y caminar, para que él pudiera
entender el flujo de los eventos.
Al final, las lecciones tuvieron éxito y
John empezó a hacer sprints de 50 metros. John estaba corriendo porque le
encantaba correr, no porque quisiera competir, explicó Hancock.
"Ganar no está en su vocabulario. Lo
pusimos en carreras más cortas para que pudiera terminar", dijo Hancock.
Terminar las carreras era una manera de que la confianza de John creciera.
"Él sabía que cuando terminaba la carrera podía ver a su mamá, obtener una
bebida y recibir abrazos".
Sin embargo, cuando John se hizo mayor, se
hizo más fuerte y más rápido. A los 16 años ya saltaba obstáculos y participaba
en carreras de 800 metros. Miller comenzó a ver a su hijo como un atleta
dedicado.
Fuera del campo, John estaba cerrado al
mundo, pero en la pista brillaba.
"John baja mucho su cabeza cuando está
tratando de interactuar socialmente. No obstante, cuando está corriendo, su
forma es perfecta", dijo.
John incluso se logra expresar en el campo,
gritando alegremente. "Suena como si está feliz", dijo Miller.
En mayo de 2014, el entrenamiento de John
lo llevó a los Special Olympics State Summer Games (Juegos de Verano de
Olimpiadas Especiales Estatales), en Orlando. El joven de 18 años de edad,
estaba compitiendo en la carrera de 800 metros y en la carrera de obstáculos de
110 metros.
Mientras preparaban la carrera de los 800
metros, Miller recuerda que ella presionaba su rostro contra la valla,
esperando ansiosamente que John compitiera. Los carriles se llenaron y los
corredores tomaron sus posiciones. La mente de Miller se agitaba: ¿Acaso John
se sentiría bien frente a cientos de espectadores gritando con entusiasmo? ¿Se
tropezaría? ¿Lograría siquiera terminar?
Pero tan pronto inició la carrera, sus
temores se desvanecieron, y todo lo que Miller vio fue a un atleta, su atleta.
"Yo solo quería ver el mejor
desempeño. Esto parecía mucho más importante que pensar si alguna vez me
hablaría o me respondería", dijo.
John terminó ganando la medalla de oro en
la carrera de los 800 metros.
Los deportes cambiaron por completo a John,
y Miller dijo que eso es gracias a Hancock.
"Una persona con una
discapacidad puede sentirse desesperada y aislada, y creo que eso también puede
sucederle a los padres. Jeff probablemente vio eso con nosotros", dijo
Miller, recordando el momento en que Hancock conoció a su familia.
"Nunca esperamos que John fuera un
atleta", dijo Miller. "Pero si John pudiera hablar, diría que su
entrenador siempre lo esperó"
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