En una pequeña aldea de la India, vivía un aguador que tenía sólo dos grandes vasijas para alimentar a su mujer y a sus dos hijas. A diario, el hombre las colgaba en los extremos de un palo que llevaba sobre los hombros. Iba el aguador con sus vasijas hasta el río, allí las llenaba de agua fresca para poderla vender en la aldea y así iba subsistiendo.
Una de sus tinajas tenía varias grietas por las que se escapaba el agua, de modo que al final del camino, sólo conservaba la mitad, mientras que la otra era perfecta y mantenía intacto su contenido. Esto sucedía diariamente.
La vasija sin grietas estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía idónea para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba avergonzada de su propia imperfección y de no poder cumplir correctamente su cometido, y cuando pensaba en la pobreza de la familia del aguador, aun se sentía más triste por no poder ayudarlo, a pesar de que en los últimos tiempos éste había mejorado algo sus ingresos, ya que recogía las flores del camino que después también vendía.
Así que al cabo de dos años le dijo al aguador: Estoy avergonzada, y me quiero disculpar contigo, porque debido a mis grietas, sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir por tu trabajo.
El aguador le contestó: Cuando regresemos a casa quiero que te fijes en las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino. Así lo hizo la tinaja y, en efecto, vió muchisimas flores hermosas y de todos los colores a lo largo de la vereda, en su camino de vuelta a la aldea; pero siguió sintiéndose apenada, porque -como siempre- al final sólo guardaba dentro de sí la mitad del agua que el pobre aguador le había metido en el río.
El aguador dijo entonces: -¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino?. Quise sacar el lado positivo de tus grietas y sembré semillas de flores. Todos los días las has regado y durante dos años yo he podido recogerlas y venderlas. Si no fueras exactamente como eres, con tu capacidad y tus limitaciones, no hubiera sido posible crear esa belleza.
Todos somo vasijas agrietadas por alguna parte, pero siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.
La vasija sin grietas estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía idónea para los fines para los que fue creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba avergonzada de su propia imperfección y de no poder cumplir correctamente su cometido, y cuando pensaba en la pobreza de la familia del aguador, aun se sentía más triste por no poder ayudarlo, a pesar de que en los últimos tiempos éste había mejorado algo sus ingresos, ya que recogía las flores del camino que después también vendía.
Así que al cabo de dos años le dijo al aguador: Estoy avergonzada, y me quiero disculpar contigo, porque debido a mis grietas, sólo obtienes la mitad del valor que deberías recibir por tu trabajo.
El aguador le contestó: Cuando regresemos a casa quiero que te fijes en las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino. Así lo hizo la tinaja y, en efecto, vió muchisimas flores hermosas y de todos los colores a lo largo de la vereda, en su camino de vuelta a la aldea; pero siguió sintiéndose apenada, porque -como siempre- al final sólo guardaba dentro de sí la mitad del agua que el pobre aguador le había metido en el río.
El aguador dijo entonces: -¿Te diste cuenta de que las flores sólo crecen en tu lado del camino?. Quise sacar el lado positivo de tus grietas y sembré semillas de flores. Todos los días las has regado y durante dos años yo he podido recogerlas y venderlas. Si no fueras exactamente como eres, con tu capacidad y tus limitaciones, no hubiera sido posible crear esa belleza.
Todos somo vasijas agrietadas por alguna parte, pero siempre existe la posibilidad de aprovechar las grietas para obtener buenos resultados.
(Anónimo Hindú)