4 de noviembre de 2011

Definición de Trastornos Generalizados del Desarrollo


Autor: Nicolás Ruiz-Robledillo

Según el manual diagnostico y estadístico de los trastornos mentales DSM-IV (APA, 1994), el conjunto de patologías categorizadas dentro de los Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD) se caracterizarían por alteraciones generalizadas en diversas áreas del desarrollo del individuo, principalmente en tres dimensiones especificas: la interacción social, la comunicación y la presencia de intereses y actividades estereotipadas.

Al comparar esta definición con otras propuestas provenientes de fuentes consensuadas por los profesionales respecto al diagnostico de los trastornos mentales, se observa una similitud fundamental en la definición, relacionada principalmente con lo que se conoce como la "Triada de Wing" (trastorno de la comunicación verbal y no verbal, trastornos de las relaciones sociales y centros de interés restringido y/o conductas repetitivas), que definirían a los trastornos que se incluyen dentro de la categoría objeto de estudio.

En este sentido, la CIE-10 (OMS, 1993) define TGD como "un grupo de trastornos caracterizados por alteraciones cualitativas características de las interacciones sociales recíprocas y modalidades de comunicación, así como por un repertorio de intereses y de actividades restringido, estereotipado y repetitivo".

En esta definición, se introducen ciertos matices si se compara con la ofrecida por el DSM-IV, como la necesidad de que la alteración se dé en interacciones sociales de carácter reciproco o la inclusión del adjetivo restringido a la hora de definir el tipo de intereses y actividades que llevan a cabo los individuos afectados por TGD.

En definitiva, parece quedar claro que el conjunto de trastornos que se incluyen dentro de la categoría de TGD comparten alteraciones en tres áreas principales del desarrollo (interacción social, comunicación e intereses y actividades), aunque las definiciones presenten ciertos matices diferenciales.

El conjunto de trastornos que se incluyen dentro de esta categoría también varía en función del manual de referencia al que se acuda. El DSM-IV incluye dentro de esta categoría diagnostica a los siguientes trastornos: Trastorno Autista, Trastorno de Rett, Trastorno Desintegrativo Infantil, Trastorno de Asperger y Trastorno Generalizado del Desarrollo no especificado. Sin embargo, la CIE-10 incluye el Autismo Infantil, Autismo Atípico, el Síndrome de Rett, Otro Trastornos Desintegrativo de la Infancia, el Trastorno Hipercinético con retraso mental y movimientos estereotipados, el Síndrome de Asperger, Otros Trastornos Generalizados del Desarrollo y el Trastorno Generalizado del Desarrollo sin especificación.

La falta de consenso en este sentido, como ya sucede en otro tipo de trastornos, supone una dificultad añadida a la hora tanto de delimitar los criterios de inclusión de los trastornos dentro de esta categoría como de realizar un diagnostico preciso por parte de los profesionales.

Estas limitaciones se han puesto de manifiesto principalmente en ciertos trastornos que se incluyen dentro de esta categoría, y que el DSM, en su cuarta edición, ya cataloga como Trastornos del Espectro Autista (TEA). Dentro de la dimensión de TGD, se cataloga como TEA a un subgrupo de trastornos que comparten síntomas comunes y en cierta medida diferenciales en relación a los demás TGD, y cuya afectación es preferible caracterizar dentro de un continuo (Mulas et al., 2010).

Dentro de los TEA se encuentran recogidos el trastorno autista, el síndrome de Asperger y el trastorno generalizado del desarrollo no especificado. En relación al trastorno autista, tanto el DSM-IV como la CIE-10 proponen criterios diagnósticos muy similares, al igual que sucede con el síndrome de Asperger (SA), cuya diferencia principal respecto al primero reside en la ausencia de retraso en el debut del lenguaje (APA, 1994).

A diferencia de lo que sucede con el trastorno autista, el SA no se caracteriza por una anomalía en el desarrollo del lenguaje ni por un retraso mental significativo (individuos que sufren SA suelen tener un CI normal), además de no tener un retraso significativo en el desarrollo cognitivo (Granizo et al., 2006).

Por lo tanto, el SA se caracteriza por una afección de la interacción social recíproca, alteraciones en la comunicación verbal y no verbal, dificultad para aceptar los cambios, inflexibilidad de pensamiento y la disposición de campos de interés reducidos y restringidos (Etchepareborda et al. 2007).

En este tipo de definiciones se suelen destacar solamente las alteraciones y déficits que caracterizan el trastorno, sin embargo, en el SA se encuentran toda una serie de características idiosincrásicas de la patología que configurarían un conjunto de habilidades desarrolladas que no se suelen encontrar en la población general. Estas habilidades harían referencia a las altas capacidades memorísticas, matemáticas, científicas y artísticas.

Estas capacidades serán desarrolladas posteriormente a lo largo del trabajo, junto a aquellas habilidades en las que los individuos con SA muestran alteraciones, para más tarde analizar los estudios que se han llevado a cabo para la mejora (en el caso de las habilidades deficitarias) o la potenciación (en el caso de las habilidades desarrolladas) de sus capacidades.


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