Si el autismo crece es porque mejoran los medios en su detección. Lo dice Rafael Martínez-Leal, psicólogo e investigador de la Unidad de Investigación de la Discapacidad Intelectual y Trastornos de Desarrollo del grupo Pere Mata de Reus. Invitado por Gautena, ofreció en Donostia una charla sobre los mitos del autismo.
- ¿Cuáles son los mitos sobre el autismo?
- Uno de ellos es que el autismo es una enfermedad infantil. El mensaje cala hondo en la sociedad, que suele olvidarse de los mayores con esta enfermedad. De hecho, faltan servicios de tercera edad para personas con esta discapacidad. Otro mito es que el autismo es la fuente de todos los males en quien lo padece. Da igual que haya otitis o diabetes. También están las dietas para tratar el autismo. Se trata de prácticas con riesgo y cuya ayuda no tiene evidencia científica. Y un cuarto, muy en boga, es el de creer que asistimos a una epidemia de autismo y que algo en el medio ambiente lo causa.
- Y no es cierto, claro...
- Los estudios que se hicieron no estaban metodológicamente bien diseñados y escondían intereses económicos no declarados. Algunos de esos autores se han detractado de sus conclusiones. Otros estudios, mejor diseñados, dicen que no existe una prevalencia extra más allá de la mejora en las técnicas de diagnóstico.
- Se habló de la posible incidencia de algunas vacunas en la aparición de casos de autismo.
- Hay muchos estudios al respecto, algunos recientes. Es algo que se sigue investigando. En países donde se han prohibido algunas vacunas, como en Japón, las cifras de autismo siguen incrementándose. Se ha observado que al haber un tipo de diagnóstico más discriminatorio, se reducen las tasas de retraso mental y aumentan las de autismo. Especialistas que hablaban de retraso mental ante un niño con problemas de comunicación, lenguaje o afectividad, diagnostican ahora autismo. Y ocurre con adultos que se pensaba que sufrían distintas patologías mentales.
- ¿Cuáles son los mayores avances en materia de autismo?
- Por un lado está la investigación genética. Queda mucho por hacer, pero determinados genes se están vinculando con el autismo, sobre todo, en determinadas familias. Y, por otro lado, hay un gran desarrollo en comunicación asistida a través de ordenadores y tabletas.
- La nueva tecnología, ¿trae muchas sorpresas?
- Hay casos de personas diagnosticadas con discapacidad intelectual severa que, con estos nuevos soportes, expresan ideas y conceptos muy elaborados, que no son propios de una discapacidad intelectual profunda, sino todo lo contrario. Los instrumentos de medición de la inteligencia basados en el coeficiente intelectual no están siendo eficaces. Los mantenemos porque no tenemos nada mejor.
- Hay personas que pueden comunicarse y pensábamos que no...
- Trabajo con población que roza la tercera edad, que no ha tenido acceso a ningún sistema educativo. Muchos fueron abandonados y, hasta hace una década, no tenían DNI. Si hubieran recibido educación y un soporte para comunicarse, de las 300 personas con autismo que atendemos en nuestros centros de Reus, recibiríamos bastantes sorpresas. Y habría frustración entre los profesionales que han trabajado mucho tiempo con una persona a la que no han sabido llegar.
- ¿Se notan determinados signos de inteligencia?
- Nuestro caso es complicado porque somos especialistas en salud mental. Atendemos a personas con discapacidad intelectual, en muchos casos con autismo y trastorno mental añadidos. Son personas bastante mayores, en las que la asistencia intelectual ha estado bastante abandonada. Quizás ha habido una 'generación perdida'. Pero puede haber otras si no ampliamos los servicios para ancianos ante el 'boom' del envejecimiento de la población.
- Su mensaje.
- Hay que seguir investigando en el diagnóstico del autismo. Las personas con autismo crecen y envejecen, hay que atender todo su ciclo vital. Debemos confiar en los criterios científicos.
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