NO hay un solo tipo de autismo. Son varios los grados dentro de los síndromes del espectro autista, y entre ellos el de Asperger, el cual se ha hecho popular por la trilogía de Millenium. Mari Carmen Ochoa, secretaria de la Asociación Navarra de Autismo (ANA) tiene un hijo de 4 años, Javi, que padece este síndrome.
Después de un primer año complicado, con comportamientos poco habituales, Mentxu decidió ir al especialista. "En la primera visita el neurólogo tampoco tuvo claro que nuestro hijo tuviera ningún problema, pero después de varias visitas y varios test le diagnosticaron un trastorno general del desarrollo. Tenía 4 años", explicó Mentxu.
El síndrome de Asperger que sufre Javi es difícil diagnosticar (muchas personas pueden pasar la vida sin saber que lo padecen). "Nuestro hijo desde pequeño era muy introvertido, pero interaccionaba con su hermano y con nosotros. También comenzó a hablar a una edad normal, por lo que no notamos que pasaba algo hasta que llegó a la guardería, donde rehuía a otros niños, se escondía en las esquinas y dormía muchísimo", explicó. La comunicación es quizá una de las claves, como ha asegurado Mentxu, ya que "un niño con síndrome Asperger puede aprender mucho, pero es fundamental aprender a comunicarse con él y a enseñarle las cosas de forma diferente", indicó.
"Nuestro hijo no paraba de llorar", señaló Fernando Romero, tesorero de ANA. "Por la noche dormía una hora y media y se volvía a despertar llorando. El pediatra nos decía que sólo era un niño un poco llorón, pero la realidad era que estaba todo el día llorando porque no interaccionaba con su entorno, no hacía caso de lo que se le decía", apuntó. El pediatra le diagnosticó una enfermedad muscular, por lo que acudieron a una clínica privada para obtener una segunda opinión. "En diez minutos descartaron la enfermedad muscular y al cabo de un tiempo nos confirmaron que se trataba de autismo. Esto pasó hace más de un año, y todavía no tenemos un diagnóstico de la Seguridad Social", remarcó.
Por su parte, Amaya Áriz, presidenta de ANA y también madre de un niño autista de tres años y medio, comenzó a notar los primeros síntomas cuando el niño tenía un año, pero los médicos le señalaron que todo era normal. "Hemos perdido un tiempo precioso", indicó Áriz, quien reconoció que no sabía dónde informarse ni a quién recurrir. "Cuanta más terapia se haga de pequeños, menos desadaptación, menos discapacidad en el futuro y menos coste para las instituciones, puesto que serán más autónomos", afirmó.
Desde la Asociación Navarra de Autismo las voces van en una dirección: cooperación para lograr una mayor preparación de la red sanitaria navarra en el reconocimiento de casos de autismo con rapidez, así como para lograr terapias individuales para cada niño.
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