Comenzó como un experimento cuando fue maestra de
Educación Especial en una escuela de Estados Unidos. Posteriormente, se
transformó en su tesis de maestría y luego en la de doctorado.
Hoy, Pamela Wolfberg ha logrado desarrollar un programa
para mejorar la comunicación de los niños con autismo con las personas a
su alrededor y con su entorno más inmediato.
Wolfberg
estuvo en Costa Rica para presentar este programa en el Seminario
Internacional sobre Autismo, celebrado la semana pasada en la
Universidad de Costa Rica (UCR). Este es un extracto de la entrevista
con La Nación.
¿Cómo empezó el programa?
Uno
de mis primeros trabajos fue en una escuela pública con niños con
autismo. Observé que los otros niños con algún tipo de discapacidad no
tenían problemas para relacionarse con otras personas, pero los niños
con autismo tendían a estar completamente solos; y cuanto más los
ignoraban sus compañeros, más se alejaban. Entonces, me pregunté cómo
podía hacer para ayudarles a socializar y a jugar.
”Ahí
fue donde decidí poner a los niños a jugar en grupos pequeños, y junté a
dos niños con autismo con tres niños sin esta condición y los puse a
jugar dos veces por semana”.
¿Qué resultados obtuvo?
No
sabía qué esperar porque era un ensayo, pero en los primeros grupos vi
que todos los niños con autismo sí querían socializar y trataban de
comunicarse, pero de una forma muy sutil o inusual.
”Por
ejemplo, una niña que quería jugar con muñecas solo repetía ‘muñecas,
muñecas, muñecas’, y otro niño brincaba. Entonces, los otros menores o
los ignoraban o los rechazaban, y esto aislaba a los chicos con autismo
aún más.”
¿Cómo lo resolvió?
Después
de observarlos durante unas semanas, comenzó una etapa de intervención,
que consistía en decirles a los niños sin autismo lo que sus compañeros
con autismo querían jugar.
”Vimos que los niños sin
autismo los aceptaron y jugaron sin problemas con ellos, y quienes
tenían autismo aprendieron a comunicarse, no solo en el grupo de juego;
en sus casas también”.
¿Cómo es el programa ahora?
Primero,
se les hace una entrevista a los padres sobre lo que les gusta hacer a
sus hijos. Luego, se hacen los grupos de juego; pueden ser dos niños sin
autismo y un niño con autismo, o tres niños sin autismo y otros dos con
autismo.
”Se les dan cajas con juguetes y se les
pone a jugar. Son dos sesiones por semana, de 30 a 45 minutos, y el
tiempo varía de 12 a 24 semanas.
”(Los resultados) no llegan de forma rápida, cada niño es diferente, pero sí vemos que el plan funciona”.
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