Eduardo Palomares Calderón
Nunca un pacto fue tan hermoso, como el establecido con tanto amor y sensibilidad por maestros, padres y constructores, para devolverles a los niños santiagueros con autismo la escuela especial William Soler Ledea, sin la más mínima huella del destrozo causado por el huracán Sandy.
Maestras
y auxiliares recuperaron la decoración habitual del centro.
Según los especialistas, los 12 alumnos con trastornos del espectro autista no debían ni darse por enterados del cambio provocado por el ciclón en la Ciudad Heroica y particularmente en su centro, pues por características propias el impacto podría ocasionarles un sensible deterioro físico.
"Basta saber —explica la máster en enseñanza especial y directora de la escuela, Maribel Eugenia Rayas Pérez—, que ante tanta destrucción muchos niños sin dificultades afrontaron trastornos sicológicos, para imaginarse qué habrían provocado en los nuestros tan duras imágenes reinantes.
"Por ello —agrega—, pese al ofrecimiento de entidades cercanas como la Casa del Caribe, la Empresa de Proyectos no.15 y el Museo de la Imagen, decidimos continuar el proceso educativo en hogares brindados voluntariamente por los padres, y en un aula de la escuela para niños con dificultades auditivas Eduardo Mesa Llull".
Al
retornar la encontraron mucho más bonita.
Bajo esa premisa, la reconstrucción de la escuela fue asignada a una brigada de la Empresa Provincial de Abastecimiento y Servicios de la Educación (EPASE), a la cual no fue difícil convencer de que solo se lograría un retorno saludable de los niños, si la instalación quedaba lo más idéntica posible a su aspecto original.
En pos del noble propósito se trabajó intensamente en la construcción de un nuevo cerramento, donde quedaron fijados los puzzles, en la colocación de las 90 tejas de zinc procedentes de un donativo venezolano, y en el sellado de los bordes de la cubierta con ladrillos resanados, que descartan cualquier nueva afectación.
Paredes, columnas y puertas recibieron los mismos colores que poseían, se restituyó el falso techo, los ficus de las áreas verdes fueron levantados con esmero, mientras maestras y auxiliares se encargaron de las figuras de personas y animales de cuentos infantiles en papel maché, y la decoración habitual.
"Fueron tres meses de especial identificación entre el ejecutor Gilberto Maranillos, los constructores Orlando Palacios, Francisco Villalón, Andy Carmenate, Miguel Causse y Haneys González, con nuestros docentes, trabajando unidos por el sentido de pertenencia que solo asumiría una familia en función de sus hijos", destaca la directora.
Maestras
y auxiliares recuperaron la decoración habitual del centro.
A los niños siempre se les dijo que estaban arreglando y pintando su escuela. Días antes del regreso fueron concentrados en un centro cercano y el ómnibus que los transporta pasó frente a la William Soler, desde donde las auxiliares les mostraron las escobas en señal de limpieza.
"La víspera —recuerda Maribel Rayas—, la guagua paró y se les dijo que a la mañana siguiente regresarían. Los recibimos con una fiestecita y toda la jornada estuvo dedicada a actividades recreativas. Hasta hoy ninguno ha experimentado sensación de rechazo, su conducta es muy buena, y solo refieren lo linda que está la escuela".
Realmente quienes conocieron la instalación antes del 25 de octubre último y solo hayan vuelto a verla ahora, al apreciar en la foto el golpe recibido, no dudarían en reconocer que más fuerte que Sandy fue el huracán de amor y sensibilidad que de un extremo a otro abarcó el inmueble para devolverlo más bonito.
Semejante sentimiento ha predominado en toda la provincia, para que de las 960 escuelas afectadas se hayan recuperado ya 759, incluyendo muchas que requirieron complejas soluciones como la propia William Soler, la Escuela Pedagógica Floro Pérez, la escuela especializada Alberto Fernández Montes de Oca, y los círculos infantiles Pepito Tey y Florecita.
De los centros restantes, 120 se encuentran en ejecución, y según el director provincial de Educación, Rafael Darío Pacheco Álvarez, el éxito del programa radica en la activa participación de profesores y alumnos de las enseñanzas técnicas, especializadas y secundaria básica, en torno de los directivos y trabajadores de la EPASE.
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