13 de abril de 2015

México/Chihuahua: "Me di cuenta que mi hijo era especial cuando se encerró en una caja"

 

Chihuahua.- Ser madre de un niño especial no es fácil, por el contrario, “es desgastante y difícil, pero se puede superar porque en este proceso te das cuenta de lo que realmente vale la pena, te alejas de la basura y vas tomando de la vida sólo lo mejor”.

Así lo señala Cynthia Torres, quien durante la fiesta de cumpleaños del primer año de Héctor, se dio cuenta que algo no andaba bien.

“El niño empezó a aislarse, se encerró en una caja de pañales y ya no quiso socializar. Fue el primer foco rojo. Luego empezó a jugar mucho tiempo solo, pensamos que era sordo y dio inicio el peregrinar con diversos especialistas. Finalmente el neurólogo fue el que nos dio el diagnóstico”, relata.

Cuando les informaron que Héctor padecía autismo, agrega, “yo no sabía de qué me estaban hablando, fue la terapeuta la que me dijo que era un niño especial”.

Al darse cuenta de lo que significaba, recuerda Cynthia, tuvo una reacción de enojo que la llevó a apartarse un poco de su familia, “empecé a preguntarme por qué me pasa esto a mí, me molesté con mi familia y hasta con Dios. Al siguiente día empecé a analizar las cosas y a buscar opciones”.

Héctor tiene ahora 8 años y todo este tiempo ha requerido de la presencia constante de su madre, quien tuvo que hacer cambios radicales en su vida para dedicarse de lleno al cuidado de sus tres hijos.

“Este tiempo ha sido muy desgastante, pero a la vez gratificante porque cada logro me da mucha felicidad. Es mucho trabajo, hemos pasado por muchas cosas. En varios años no habíamos logrado nada, como el control de esfínteres, por ejemplo, que fue hasta hace un año que dio ese paso. Ahorita batalla un poco con el lenguaje, pero en materia de socialización está muy bien”.

Respecto a la forma en que la gente del entorno trata a los menores con autismo y sus familias, Cynthia dice que durante mucho tiempo dejó de acudir a lugares públicos “porque el niño hacía berrinches, se tiraba al piso, gritaba, golpeaba. Una vez un médico me dijo que el niño no estaba enfermo que tal vez lo que tenía era una mamá hipoactiva que no sabía controlarlo. Fue muy cruel el comentario porque no sabía por todo lo que estábamos pasando en casa. Casi nunca nadie se acerca a ayudarte”.

Ahora, dice, “hemos tomado conciencia de que hay manera de tratarlo, pero no se curará, sin embargo, me siento muy contenta y doy gracias a Dios por tener un hijo, porque he aprendido mucho”.

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