26 de agosto de 2013

Un puente tendido hacia los demás

Por Marcia Braier

El autismo es un trastorno crónico del desarrollo de un inicio anterior a los 36 meses de edad más frecuente en varones que en nenas, con una evolución que depende fundamentalmente de dos aspectos: el cociente intelectual (inteligencia) y la capacidad del lenguaje.

Los síntomas principales son dificultades en la socialización, o sea en la capacidad de interactuar con los otros; trastornos en la comunicación o el lenguaje, y trastornos en la actividad (lo que hago), que es repetida, restrictiva (a un grupo muscular o a la parte de un objeto) y estereotipada. Hay una gran alteración en el procesamiento audioverbal, es decir, en la comprensión de consignas escuchadas.

Cada vez se conoce más sobre la etiología de este trastorno y se han detectado múltiples genes afectados. Los factores ambientales y ciertas enfermedades neurológicas y sistémicas pueden expresarse como autismo, por lo que es fundamental realizar el diagnóstico diferencial en forma temprana.

Los niños que padecen estos trastornos pueden tener lesiones en las áreas frontal, temporal, en el cerebelo, el cíngulo y áreas asociativas. Esto impide que las funciones de integración cerebral, tanto en el lóbulo frontal como en el área posterior del cerebro, se lleven a cabo en forma correcta.

En las clasificaciones actuales, como el Manual diagnóstico de enfermedades mentales de la academia americana, se ubica dentro de los trastornos de inicio en la infancia, niñez y adolescencia.

Los cuadros incluidos dentro de este grupo incluyen el autismo, el síndrome de Asperger, el síndrome de Rett, el trastorno desintegrativo y el trastorno generalizado del desarrollo no especificado.

Las técnicas terapéuticas que se utilizan para el tratamiento son múltiples e interdisciplinarias: psicoanalítica, sistémica, cognitivo-conductual, fonoaudiológica, psicopedagógica, ocupacional, de psicomotricidad, musicoterapia y educación física, entre otras.

La técnica de comunicación facilitada tiene como objetivo lograr nuevos canales de comunicación: la escritura, la observación y el aprendizaje de signos, utilizando como herramienta la computadora. Si un niño mira una imagen, se activan áreas cerebrales, como la occipital, que no estaría dañada en este trastorno. Si ejecuta un movimiento, como apretar el teclado de la computadora, también activa áreas del lóbulo frontal y del parietal, probablemente tampoco dañadas.

Los niños, al poder comunicarse, disminuyen su necesidad de actuación y, como consecuencia, la agresividad. Comprobamos que muchos pacientes cuando no pueden comunicarse terminan siendo agresivos.

Se vio que estos niños no sólo lograban comunicarse en forma escrita, sino que también comenzaron a adquirir lenguaje verbal, mejoraron su comportamiento y disminuyeron la conducta agresiva.








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