16 de septiembre de 2012

Autismo: diagnóstico y síntomas


niño autista Foto: EFE en español

El autismo afecta a tres grandes áreas: la social, la comunicativa y la de la conducta.
Foto: EFE en español

“Hay una posibilidad entre 800.000 de que su hijo sea una estrella del fútbol, pero la probabilidad de que tenga autismo es de una entre 150”, señala la Confederación Autismo España.
Estar alerta ante las primeras señales del autismo resulta fundamental, pues la atención temprana influye de manera muy importante en el desarrollo de los niños con esta dolencia y en su calidad de vida.

El autismo suele identificarse durante los dos primeros años de vida de la persona que lo presenta. Forma parte de los trastornos del espectro del autismo (TEA), un conjunto de alteraciones complejas que afectan al desarrollo del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral, especialmente en los aspectos relacionados con el procesamiento de la información que proviene de los estímulos sociales, detallan los especialistas de la Confederación Autismo España.

El diagnóstico

“Uno de los principales problemas es el retraso en el diagnóstico. Muchas veces estos trastornos no se diagnostican hasta la edad adulta, lo que perjudica el pronóstico”, afirma Ricardo Herranz, director gerente del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid.

Del mismo modo, para María Dolores Enrique, presidenta de la Federación Autismo Madrid, “la detección y el diagnóstico precoz siguen siendo un gran desafío en la segunda década del siglo XXI”.

Aprender a identificar los signos del autismo en las primeras etapas del desarrollo del niño es uno de los pilares básicos de la campaña “El autismo te habla, sigue las señales”, lanzada por la Confederación Autismo España.

“No son criterios diagnósticos sino señales de alerta que nos pueden hacer pensar que existe algo que debemos estudiar con más profundidad. Tenemos que consultarlo con un especialista, quien se encargará de determinar si hay un trastorno del espectro autista”, apunta Guadalupe Montero de Espinosa, experta en autismo y colaboradora de la Confederación Autismo España.

El autismo compromete a tres grandes áreas a las que Montero de Espinosa compara con tres vasos. “Este trastorno estará presente siempre que haya líquido en cada uno de ellos. Sin embargo, pueden contener muy poco o estar rebosantes o bien unos pueden estar muy llenos y otros casi vacíos. Esto va a dar lugar a una gran diversidad de sintomatologías”, explica.

La primera de estas áreas es la social. “Aquí vamos a encontrar distintos tipos de alteraciones que pueden ir, desde la dificultad para mantener el contacto ocular, hasta otras más complejas que tienen que ver con la relación con los demás y con la reciprocidad emocional, como la capacidad de ponerse en el lugar del otro”, comenta.

El siguiente bloque es el de la comunicación y en este ámbito hallaremos “muchas alteraciones relacionadas con el uso del lenguaje. Hay personas que no utilizan el lenguaje en absoluto y otras que, aunque son capaces de construir frases coherentes, no saben emplearlas en las situaciones adecuadas y, por lo tanto, van a tener dificultades para la conversación, para narrar y, en definitiva, para interactuar con otros mediante la comunicación”, subraya.

El tercer vaso es el de la conducta y contiene un gran repertorio de comportamientos. En su interior podemos descubrir “balanceos, aleteos de manos, uso estereotipado de objetos, rituales, tendencia a la rutina, necesidades de anticipación e, incluso una gran resistencia a los cambios”, expresa.

En función de cómo se llenen estos tres vasos encontraremos desde personas con un daño muy grave en las tres áreas hasta otros pacientes menos afectados que requieren apoyos completamente diferentes.

“No podemos medir estas alteraciones en el momento del nacimiento ya que están relacionadas con el desarrollo de la persona. Así pues, tendremos que esperar que este comience para poder observar las señales que nos indiquen que puede haber un trastorno del espectro del autismo”, sostiene Montero de Espinosa.

Síntomas

El primer momento clave son los doce meses. En esta etapa, uno de los signos que puede hacernos sospechar es la ausencia de balbuceo, manifiesta la especialista. También hay que prestar atención a los gestos pues, con esta edad, los niños los utilizan para pedir o para mostrar objetos. Además, es frecuente que al año ya hayan adquirido algunas rutinas sociales como decir adiós con la mano. De este modo, “la ausencia de gesto puede indicar que estamos ante un trastorno del espectro del autismo”, destaca.

Otro aspecto bastante llamativo es la ausencia de reacción ante su propio nombre. Montero de Espinosa afirma que, alrededor de los siete meses, un niño ya es capaz de atender cuando se le llama por su nombre. El hecho de que esta reacción se retrase hasta los doce meses también puede ser muestra de un trastorno del espectro del autismo.

La ausencia de acción protoimperativa es, asimismo, un indicador muy destacado. Se trata de la intención que tienen los niños de pedir algo que quieren ya sea señalando, mostrándolo o emitiendo algunas vocalizaciones aisladas. Cuando esta intención falta, estamos ante un signo importante.

“A los dieciocho meses hay otra serie de hitos evolutivos cuya ausencia nos puede indicar que algo no va bien”, recalca. La primera de estas ausencias es la no emisión de palabras sencillas pues, según apunta Montero de Espinosa, con un año y medio los niños ya son capaces de decir algunas palabras aisladas. “Cuando no ha aparecido ninguna, estamos ante una señal de alerta”, asegura.

Con esta edad, los niños deberían ser capaces de comprender órdenes sencillas y si esto no ocurre tenemos que sospechar, declara. Otro indicador es la ausencia de acción protodeclarativa, es decir, que el niño no comparta con el adulto las cosas que le gustan.
“A los dos años las señales son cada vez más llamativas, aunque no se debería llegar a los veinticuatro meses sin un diagnóstico de autismo”, aclara la colaboradora de la Confederación Autismo España.

Aquí, uno de los principales síntomas sería “la no aparición de frases espontáneas de dos elementos. No obstante, muchos niños con un trastorno del espectro del autismo repiten cosas que han escuchado y esto nos puede llevar a la confusión. Si no las construyen de forma espontánea estamos ante un signo de alarma”, advierte.

El contacto visual también es un aspecto muy relevante. “Encontramos niños a los que les cuesta trabajo mantener la mirada y seguir los estímulos visuales que les mostremos”, precisa. Además, la atención conjunta, es decir, la capacidad de mirar de forma alterna a un objeto y al adulto probablemente estará ausente o alterada, sostiene.

Asimismo, la ausencia de juego simbólico y de imitación social puede llevarnos a pensar en un trastorno del espectro del autismo. Otro factor es la falta de interés por compartir las cosas que les motivan, pues estos niños “prefieren disfrutar de sus intereses en solitario”, destaca Montero de Espinosa.

Saber interpretar estas señales es un paso fundamental de cara al diagnóstico precoz y a la atención temprana. En este sentido, Carmen Moreno, miembro del Servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente del Hospital General Universitario Gregorio Marañón de Madrid, explica que el cerebro es más plástico cuanto antes en el desarrollo y por ello las intervenciones en etapas tempranas son más eficaces. “No pretendemos hablar de curaciones, pero sí de mejoría”, aclara la psiquiatra.

No existe ninguna cura para los trastornos del espectro del autismo, subraya la Confederación Autismo España. Sin embargo, hay factores que van a influir de manera importante en el desarrollo de quienes presentan estos trastornos y en su calidad de vida.
Así, esta entidad considera “fundamental” el diagnóstico precoz, la atención temprana y que las personas con autismo cuenten con los recursos educativos y comunitarios adecuados a sus necesidades, así como con una red de apoyo que facilite su participación social.

(Tomado de la página: Terra-Salud)



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