Miguel Abad Vila
Se habla de espectro porque repercuten de manera diferente en cada persona, si bien la interacción social puede estar deteriorada en mayor o menor medida. Su variabilidad es amplia y pueden afectar a cuatro de cada mil niños. Aparecen antes de los tres años y no se curan, aunque sus síntomas pueden mejorar notablemente con el tiempo. La enorme mayoría de los padres perciben esta problemática en sus hijos antes de los 24 meses. En nuestra provincia, desde el 31 de enero de 1999 existe la Asociación Autismo Ourense, dedicada a prestar apoyo a las personas afectadas por los TEA y a sus familiares.
Personalmente tuve la oportunidad de conocer de cerca la magnífica labor de D. Manuel Ojea Rúa, psicólogo, doctor en psicopedagogía y catedrático de Orientación Educativa, y de sus colaboradores. Hace muy poco tiempo tuve conocimiento de los resultados de un trabajo llevado a cabo en el Instituto Tecnológico de California (Caltech) en el que se recupera la vieja hipótesis de la alteración inmunitaria en la génesis de los TEA. Y digo vieja, aunque las primeras investigaciones de este tipo se remontan a 10 años atrás. Estos experimentos se realizaron con ratones y sus resultados no pueden extrapolarse al autismo humano.En aquella línea, un amplio estudio epidemiológico evaluó el historial médico personal de todos los nacidos en Dinamarca entre 1980 y 2005.
Estos investigadores alertaron de una posible correlación entre el mayor riesgo de padecer un TEA en los niños nacidos de madres que padecieron una infección viral durante el primer trimestre del embarazo. En 1998, la prestigiosa revista médica británica The Lancet publicaba un artículo en el que se relacionaba la vacuna triple vírica (sarampión, rubéola, paperas) con el desarrollo de alteraciones gastrointestinales y la presencia de síntomas regresivos autistas en 12 niños, que levantó una tremenda polémica entre las autoridades sanitarias y los grupos contrarios a la vacunación.
A pesar de la escasa calidad científica del artículo, sirvió para que muchos padres decidieran no vacunar a sus hijos, poniendo en peligro la salud individual de los niños y la salud general de la población. Al demostrarse la manipulación de los datos y de sus conclusiones, en el año 2010 la revista The Lancet se vio obligada a la retirada del artículo en cuestión.
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