3 de diciembre de 2013

Trastornos del Espectro Autista (TEA): Los ecos del silencio

Mente Sana / Noviembre 2013

 
Trastornos del Espectro Autista (TEA): Los ecos del silencioSon una gama de anomalías del neurodesarrollo que afectan el funcionamiento del cerebro y que pueden causar dificultades con el pensamiento, los sentimientos, el lenguaje y la capacidad de relacionarse con los demás. Son más frecuentes en el sexo masculino y su gravedad y síntomas varían caso a caso. 

Cuando Lucas nació, María no notó nada raro en él. Su bebé era hermoso, saludable, todo lo que ella había esperado. Pero cuando el niño cumplió ocho meses su percepción comenzó a cambiar. Se dio cuenta de que su hijo no sonreía cuando lo agraciaban, como suelen hacerlo las demás guaguas a esa edad. Tampoco les seguía la mirada a ella y a su marido cuando trataban de interactuar con él. Al año, Lucas no atendía cuando le mostraban una cosa y le decían “¡Mira!” ni reaccionaba al oír su nombre. Algo no estaba bien.

En medio de la tristeza y el desconcierto, María decidió averiguar qué le ocurría a su pequeño Lucas. Así fue como escuchó por primera vez acerca de los Trastornos del Espectro Autista (TEA), anormalidades del neurodesarrollo que afectan la actividad cerebral y causan problemas relacionados con el pensamiento, los afectos, el lenguaje y la interacción social.

“Son enfermedades crónicas invalidantes. Van desde lo más severo, es decir, el autismo, a lo más leve, que es el trastorno generalizado del desarrollo de tipo inespecífico. En el primer caso se trata de niños que carecen de lenguaje verbal, viven un aislamiento social muy importante y tienen una gran dificultad para enfrentar los cambios. En el segundo, pese a que se mantienen los conflictos relacionales y el interés por las cosas sigue siendo acotado, los pacientes se integran mejor, la mayoría van al colegio y pueden llevar una vida más autónoma, aunque siempre necesitarán algún tipo de apoyo”, explica la doctora Elisa Coelho, psiquiatra de Red Salud UC.

¿Por qué se producen?
 A ciencia cierta, se desconocen las causas de los TEA. Sin embargo, se cree que la vulnerabilidad genética es uno de los factores determinantes, junto con algunos agentes ambientales, como la edad avanzada de los padres (hombre mayor de 40 años y mujer mayor de 35), los partos prematuros (menos de 37 semanas) y el bajo peso al nacer (menos de dos kilos y medio).

Los síntomas varían según la gravedad del trastorno e incluyen:

Problemas de comunicación. Dificultad para usar y entender el lenguaje. Centran su atención y conversación en unas pocas áreas temáticas, repiten frases con frecuencia y su hablar es muy limitado.
Dificultad para relacionarse con las personas, cosas y eventos. Problemas para hacer amigos e interactuar con la gente. Conflictos para leer las expresiones faciales, hacer contacto visual y reconocer las emociones.
Comportamientos o movimientos corporales repetitivos. Aleteo de manos o reiteración de sonidos y frases.
“Cerca del 80 % de estos niños tienen retraso mental y requerirán de una supervisión permanente. En la adultez, solo un 20 % tendrán una vida más independiente, pero por lo general siempre van a necesitar el soporte familiar”, asegura la doctora Coelho.
Diagnóstico y tratamiento

En general, el diagnóstico de estas patologías aparece cuando el niño entra al jardín o al colegio, porque ahí se hacen más notorios los problemas de integración social. “Son niños a los que les cuesta identificar los afectos, no tienen reciprocidad social ni la capacidad de empatizar, es decir, de ponerse en el lugar del otro. También se les hace difícil compartir gustos con sus pares, ya que tienen intereses propios”, dice la especialista.

El tratamiento de estas patologías es multidisciplinario y debe ser adaptado a las necesidades de cada paciente. Considera la intervención de fonoaudiólogos, terapeutas ocupacionales, expertos en psicomotricidad, educadores diferenciales y psicopedagogos. Además, requiere de una participación activa de los papás y psicoterapias individuales o familiares.

“La prevalencia de los Trastornos del Espectro Autista ha aumentado mucho y eso es algo preocupante. Sin embargo, hoy la detección es mucho más temprana y eficaz, tanto en la atención primaria como en los propios padres, que están más informados y consultan antes”, afirma la doctora Coelho.

Señales de alerta
Un niño con TEA se reconoce por su conducta, no por su aspecto físico. Algunos indicadores precoces de estas enfermedades son:
Ausencia de contacto visual (intercambio de miradas).      
Carencia de sonrisa social (son guaguas serias, que no reaccionan a los estímulos externos).
Retraso del lenguaje verbal (no emiten palabras a los 18 meses de edad).
Ausencia de respuesta a su propio nombre (están poco interesados en la voz humana o de la madre).
Conducta pasiva (no piden ni comparten objetos).
Falta de reciprocidad socioemocional (no responden a las emociones de los demás).
Preocupación por ciertas partes del cuerpo o por elementos no funcionales de las cosas.
Interés restringido (son monotemáticos, conversan sobre un tema único).
Aversión al acercamiento físico.
Dificultad para comprender las metáforas, los chistes o las bromas.
Habilidades para realizar rompecabezas, utilizar juegos de computador o de construcción.
Buena memoria.
Nivel de actividad errático. No piden las cosas, sino que van y se acercan a lo que quieren, pero para tomarlo le dan la mano al adulto.      

Los Trastornos del Espectro Autista son cuatro veces más frecuentes en los niños que en las niñas.  

Colaboración: Dra. Elisa Coelho, Psiquiatría Red Salud UC. 
Horas médicas: 2676 7000.

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