Maritza López Custodio
Las excesivas dificultades que supone la convivencia con un hijo/a con autismo severo y trastornos de conducta, puede provocar en la familia una situación de estrés crónico manifestado en los padres por diferentes sentimientos, tales como agresividad, irritabilidad, resentimiento, rabia, tristeza, desesperación y desesperanza.
Esta situación crítica aumenta en la medida en que aumenta el grado de deficiencia mental y los problemas conductuales de la persona con autismo.
Se ha demostrado que los servicios de apoyo social en formas de escuelas en regímenes de ocho horas diarias o, mejor aún, servicios residenciales en regímenes de 24 horas al día, cinco días a la semana, son las más beneficiosas opciones tanto para disminuir el estrés familiar, como para instaurar las habilidades básicas que el niño necesita para lograr el mayor grado de independencia y autonomía.
Las familias deben recibir apoyo y orientación para ayudarles a aliviar el sentimiento de culpa que les genera el tomar la decisión de elegir para su hijo los servicios residenciales o servicio de internado.
Es imprescindible atender las necesidades emocionales de los padres y hermanos ya que toda intervención dirigida a disminuir el stress familiar beneficiará la calidad de vida de la persona con autismo.
Ahora bien, siempre habrá que valorar cada caso individualmente ya que siendo el autismo un síndrome que se presenta de tantas diversas formas y grados de afectación, es evidente que lo que es ideal para unos, puede no serlo para otros.
En los últimos años y con la moda de la integración escolar, hemos subestimado ese grupo de estudiantes que ameritan una intervención tan especial dentro de la educación especial.
La autora es psiquiatra infanto- juvenil. Creó y dirige el Centro de Atención a Personas con Autismo y Discapacidad Intelectual (Cenaudi).
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