Preocupada se encuentra la mamá de Nicolás, ya que su hijo de 8 años se encuentra si un establecimiento para poder estudiar
Tuvo que aprender de Nicolás, de sus miedos a la
sociabilización, de los problemas al lenguaje, debió conocer a su hijo
que sorpresivamente pasó a formar parte de los niños con trastorno del espectro autista.
Un
golpe que en un principio devastó a Carolina Lizama, incluso sufrió el
abandono de su marido tras saber que su hijo cargaría toda la vida con
el síndrome asperger.
“Ellos
tienen dificultad para expresar sus emociones, para entender las de los
otros y les cuestan mucho entender las claves sociales, especialmente
las que no son tan obvias”, explica el doctor Marco Manríquez, neurólogo infantil de la Clínica Alemana.
El camino de ambos ha sido difícil, lo habían acogido en un colegio en Puente Alto
pero repentinamente le cancelaron la matrícula antes de terminar el
semestre, esto a pesar de sus positivos informes de conductas y avances.
“Nos
informaron que él no se adaptó al colegio. Estuvo tres años y recién
ahora se dan cuenta que Nicolás no se adaptó. Él es demasiado de rutina,
entonces ahora le tengo que explicar que no va a seguir en su colegio,
que no va ver a sus compañeros y eso es un estrés grande tanto para él
como para mí”,señala Carolina Lizama.
Nicolás hoy
se encuentra sin un establecimiento que lo quiera recibir, a su madre le
duele el rechazo sobre todo cuando este niño de ocho años pasa 12 horas
fuera de su hogar entre terapias de sicólogos y neurólogos.
En
nuestro país integrar alumnos con ciertas discapacidades no es parte de
una ley, es optativo. Si no hay un remezón cultural, quién los protege,
dice la madre de Nicolás. Su hijo está repleto de ganas, pero en pleno
desamparo, no buscó límites pero los encontró recién en tercero básico.
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