Según se publicó en "Annals of Epidemiology", en Estados Unidos, 1 de cada 125 chicos de cuatro años tiene autismo. Si bien en nuestro país no hay estadísticas que precisen cuál es la incidencia de este trastorno, la Dra. Nora Grañana, neuróloga infantil del Hospital Austral, afirma que en nuestro país la tasa es similar y asegura que cada vez se diagnostican más casos de esta enfermedad.
Silencioso, retraído y obsesivo. Así es como se los suele ver a los chicos autistas. Quienes no conozcan mucho sobre este trastorno incluso pueden llegar a pensar que el vocabulario limitado y el escaso interés para socializar responde a un simple rasgo de timidez. Los berrinches quizás puedan pasar como simples caprichos. Sin embargo, son todos síntomas que los padres deberían tener en cuenta para poder hacer un diagnóstico temprano.
El autismo es una patología que se caracteriza por la "desconexión" con el mundo y por eso dificulta la inserción social de quienes lo padecen. Esta afección consiste en problemas en el desarrollo de las áreas cerebrales encargadas de las habilidades sociales, del lenguaje y comunicación, además de una escasa flexibilidad en la conducta.
El Dr. Agosta, jefe de servicios de Neurología Infantil del Hospital Italiano, explica que ya en el primer año de vida se pueden notar los rasgos autistas. "Suelen tener mirada huidiza, hay falta de contacto visual y no responden a su nombre".
También puede haber un retraso en la aparición del lenguaje y "lo llamativo es que, en el caso de los autistas, tampoco tratan de comunicarse por otros medios. No establecen juegos de ida y vuelta con sus pares. A su vez tienen conductas repetitivas como aleteos con las manos, balanceos y una gran dificultad para tolerar los cambios", asegura la Dra. Grañana.
¿Cuáles son las causas del autismo? "Tiene una base neurobiológica. Se produce por la falta de desarrollo de las redes neuronales y su origen es, principalmente, genético. Puede ser también por enfermedades neuronales, como epilepsia, entre otras, y también cuestiones metabólicas. Cualquier trauma emocional puede influir en la evolución de la enfermedad pero nuca es el causante de la enfermedad", subraya el Dr. Paulo Taddeo, psiquiatra.
"Es importante enfatizar que las vacunas no generan autismo tal como se publicó en su momento", detalla el Dr. Agosta, en referencia a una publicación científica que aseguraba que el timerosal, un componente que se emplea en algunas vacunas, producía autismo. "Se probó que fue un trabajo fraguado. Es un serio problema que la gente deje de vacunar a los chicos por este motivo", destaca el especialista.
Una vez detectada la enfermedad comienza lo más importante: comenzar una terapia. La Lic. María Pía Espoueys, especialista en el tratamiento del autismo y Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD), recomienda un enfoque psicoeducativo que consiste en enseñarles al niño habilidades comunicativas, sociales (juego, interacción con los otros) y académicas.
Claro que cada terapia se ajustará a las necesidades de cada niño. La intensidad y diversidad del tratamiento de un chico con un grado severo de autismo que no puede hablar, no responde a su nombre y tiene la mirada perdida constantemente, no será la misma que para aquél que padece un grado menor de autismo o TGD que se manifieste sólo levemente en un retraso del lenguaje o en el uso de ciertas conductas repetitivas como el aleteo de brazos.
El Dr. Agosta destaca que cuando el autismo es menor, cuesta llegar al diagnóstico. Tal es el caso del síndrome de Asperger, que se encuentra dentro del espectro de los trastornos del autismo, pero a diferencia de otros tipos de autismo, quien padece esta enfermedad, desarrolla el lenguaje normalmente pero suele tener un tono monocorde y, al igual que los autistas, les cuesta empalizar con las emociones del otro y desenvolverse socialmente. Sin embargo, tienen una inteligencia normal o superior y por lo tanto pueden desarrollarse laboralmente sin inconvenientes.
Los especialistas coinciden en que lo ideal es empezar el tratamiento lo más rápido posible. Según explican se pueden llegar a un diagnóstico preciso ya a los 18 meses de edad y por lo tanto es el momento ideal para arrancar con la terapia.
"De 3 a 5 de cada 100 pacientes con diagnostico de TGD se recupera totalmente. Cuanto antes comience con un trabajo terapéutico, mayores beneficios se obtendrán, tanto en sus conductas, comunicación y habilidades sociales", asegura el Dr. Taddeo.
Espoueys destaca que el rol de los padres es central en el desarrollo del tratamiento. Explica que las conductas repetitivas o estereotipadas como puede ser saltar haciendo un alteo de brazos o rolar sobre su propio cuerpo son formas de autorregulación o de comunicación, y por lo tanto recomienda que los padres las entiendan como tal a la vez que les enseñan nuevas formas convencionales de comunicación.
"Las acciones repetitivas son un intento de interactuar con el otro, por lo cual es bueno tomarlas, a la vez que las ampliamos y le damos flexibilidad y variantes. En los casos en que la persona con autismo sea muy compulsivo en la realización de estas conductas, se la ayuda a delimitar estas acciones en tiempo y espacio para que puedan beneficiarse de otras actividades", concluye la experta.
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