Muchos de nuestros niños y niñas, además de las dificultades habituales, presentan complicaciones añadidas propias del Trastorno del Espectro Autista.
La alimentación puede llegar a ser una pesadilla u obsesión para padres e hijos. Desayunos, meriendas, cenas… momentos tan importantes para la salud y que se repiten a lo largo del día con la consabidas dificultades añadidas, veamos a que responden en el caso de nuestros niñ@s con TEA.
Las complicaciones más influyentes son:
Hiperselectividad alimentaria: se trata del rechazo total a determinados o nuevos sabores y no solo sabores, también texturas de los alimentos, la temperatura que presentan los mismos… O la fijación para comer únicamente ciertos alimentos.
Es frecuente escuchar comentarios de los papás como: “Es imposible que pruebe algo nuevo de comer”, “No come nada sólido, todo se lo tengo que dar licuado”, “Solamente come alimentos crujientes”, “Solo toma yogur de la marca __”, etc.
Por ello, es fundamental establecer los gustos e intereses del niño o niña de los que partimos, con la ayuda estrecha de los encargados de su alimentación, para ir ampliando mediante un entrenamiento planificado y sistemático su repertorio de comidas.
Alteraciones sensoriales (hiposensibilidad o hipersensibilidad): nuestros pequeños héroes pueden mostrar respuestas demasiado intensas o bajas ante estímulos que para otros niños no resultan desagradables.
Las distintas alteraciones sensoriales se definen en función de cómo las percibimos:
Canal visual: la forma de presentación de los alimentos, así como, su propia forma y color pueden ser una causa de rechazo o aceptación de los mismos.
Así pues, debemos prestar especial atención a la hora de presentar los alimentos que deseamos sean de su agrado a nuestros niños.
Los alimentos más aceptados en función de su color son aquellos de colores rojos, amarillos, naranjas. Tienen menor aceptación los verdes y colores oscuros.
Vía olfativa: los niños pueden notar a veces, ciertos olores de la comida que para otras personas nos resultarían prácticamente imperceptibles, haciendo que sean más sensibles a la atracción o aversión hacia los alimentos que produzcan dichos olores.
Así, observaremos qué comidas les pueden resultar más agradables debido a su olor. Por el contrario comidas y sustancias que tienen para nosotros un olor muy desagradable, pueden suscitar verdadero interés en ellos.
Vía auditiva: los ruidos intensos, agudos o continuos que en la alimentación pueden ser provocados por los alimentos “crujientes”, o “chiclosos”… también son motivo de rechazo de determinados alimentos.
Ruta táctil: la percepción de las texturas de los alimentos, ya sean: granulosos, astringentes, fibrosos, gelatinosos, etc. Puede provocarles un rechazo, bien porque no sea aceptada dentro de la boca o simplemente al ser tocada previamente con las manos.
Vía gustativa: en algunas comidas puede resultar muy desagradable el sabor, haciendo que a veces, la persona adquiera la costumbre de limitar su alimentación a un número reducido de comidas.
Esto es más cuestión de gustos y no tanto de reacciones por la alimentación.
Estás son las causas de las principales dificultades que se suelen presentar en la alimentación de nuestros niños. Debemos observar que alimentos sí toleran o por el contrario aborrecen, a través de las alteraciones sensoriales descritas y la hiperselectividad alimentaria, a partir de nuestra observación y con la ayuda de su terapeuta, estableceremos las pautas más adecuadas para ayudarles a disfrutar de una mayor variedad de alimentos, en definitiva, ayudarles a que disfruten comiendo.
Mónica M. Orozco, logopeda y terapeuta en Red Cenit.
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