Monterrey • Imagine por un momento que siente un niño con autismo; los sonidos son más fuertes, las imágenes son más intensas, es como si se viviera montado en una montaña rusa, es demasiado vertiginoso, pero lo más difícil de vivir con autismo es que sólo quienes lo padecen saben lo que sienten, viviendo atrapados en un cuerpo sin poder decir lo que les pasa.
Esta es la descripción más cercana de lo que significa este síndrome, según las asociaciones dedicadas a su tratamiento.
Pero el autismo tiene nombres y apellidos, y tienen padre, madre y hermanos. Una familia que aunque sabe que el autismo no tiene cura, siente que hay esperanza.
Es el caso de María Isabel Silva y su hijo Carlos Santiago Juárez de 10 años de edad.
“Cuándo él tenía 2 años era un niño normal, jugaba, reía, corría, hablaba, pero de pronto cuando llegó a los tres años cambió todo, dejó de jugar, de hablar, lo llevé a consultar y me dijeron que estaba chiflado, pero él ya hablaba antes, entonces lo llevé con un especialista y me dijo que era autismo”
Lamentablemente, ante la adversidad su esposo decidió abandonarla, así, junto a su hijo ha tenido que vivir los últimos 7 años enfrentando además cáncer de mama y el autismo de Carlitos.
“En ese tiempo me detectaron cáncer, y mi esposo dijo; yo no puedo… y se fue… y pues ha sido muy difícil, el primer año fue el más difícil por que yo no lo entendía y con mi enfermedad no podía estar con el todo el tiempo, pero el quería que estuviera con él, muchas veces no dormía”.
Madre de otros dos menores que han tenido que alternar sus estudios de preparatoria y el trabajo para apoyarla, María Isabel Silva y su familia son habitantes de Santiago, y todos los días deben trasladarse hasta Monterrey para la atención del pequeño Carlos Santiago por parte de la Asociación Regiomontana de Niños Autistas (ARENA).
Desde hace dos años recibe apoyo del DIF municipal junto a otros 4 niños autistas. Aún así representa un reto económico, pues permanece en la capital del estado de las 08:00 a las 17:00 y los gastos en alimentación son altos.
Según estadísticas de las asociaciones internacionales que tratan este síndrome, el autismo se presenta en 60 casos por cada 10 mil niños, sus causas se desconocen.
“¿Quién los va a cuidar?”
Francisca Rodríguez y Jorge Treviño, padres de las trillizas Fátima, Minerva y María del Carmen señalan que además del reto de cuidar a estas hermanitas autistas, también representa un reto la cuestión económica, pues dicen que gastan hasta 15 mil pesos al mes en los tratamientos.
“Hemos tenido que dejar de hacer muchas cosas, dejar salidas o cosas que se compraba uno, ahora le das preferencia a ellas, la vida nos cambió totalmente”.
Un niño autista requiere de cuidados toda la vida, y es por ello que los padres están preocupados, pues no saben qué pasará cuando ellos mueran, ya que dicen, la sociedad no está preparada para aceptar a una persona con autismo.
“Sobre todo que la sociedad aún como que no entiende, los miran como niños chiflados, a nosotros nos preocupa mucho el saber qué van a hacer cuando muramos, quién los va a cuidar, falta mucho apoyo del gobierno también”.
En Nuevo León, desde hace 13 años opera la Asociación Regiomontana de Niños Autistas (Arena) que atiende actualmente a 138 niños con este síndrome, aunque en más de una década de asistencia ha tratado a más de 270 menores autistas.
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