9 de junio de 2013

Pensar en imágenes, el tesoro del autismo

Pensar en imágenes, el tesoro del autismo
Imagen de uno de los cuentos para estimular a los niños que sufren autismo. (EC)
 
Virginia Ródenas 

Dice Temple Grandin, doctora en Ciencia Animal, profesora de la Universidad Estatal de Colorado (EEUU) y autista, que los niños con este trastorno y pensamiento visual tendrían que estar todos en Silicon Valley. En España, la arquitecta Miriam Reyes enseña con cuentos de pictogramas a que esas mentes maravillosas saquen el tesoro que llevan dentro. Son sus "aprendices visuales" y Unicef ha premiado su trabajo.

"A veces me intriga pensar qué habría sido de mí si no hubiese sido capaz de visualizar mi camino en el mundo". Pero Grandin, que ha dedicado buena parte de su vida a diseñar mataderos dignos para ganado, lo consiguió. Tardó mucho tiempo en darse cuenta que no pensaba como los demás; que, a diferencia de ellos, su pensamiento no se articulaba con palabras, sino con imágenes. "Yo solía bromear con que tenía un gran cañón de Internet metido en mi corteza visual y el mundo -explica esta profesora- pasaba en mi cerebro como Google en imágenes". Y José, el primo con autismo de Miriam Reyes, sólo aceptaba de buena gana salir al parque si antes la arquitecta le señalaba en un dibujo qué era lo que quería de él.

"Cuando diagnosticaron a mi primo José, la familia no sabía nada sobre el autismo. Los psicólogos de la asociación Autismo Cádiz nos dijeron que trabajáramos con pictogramas porque los niños con este trastorno que son aprendices o pensadores visuales tienen esa capacidad por encima de la media -investigaciones desde los años ochenta así lo certifican- y comprobamos que funcionaba muy bien". De modo que, cuando llegó el momento de dejar los pañales, tenía el niño poco más de tres años, Miriam le hizo el cuento El calzoncillo de José.


Utilizó para ello los pictogramas de ARASAAC, portal aragonés de comunicación aumentativa que cuenta con una inmensa base de datos bajo licencia Creative Commons, de libre uso. "Fue un cuento hecho de forma muy casera, pero cuando lo colgué en Internet para que otras familias pudieran utilizarlo, me quedé impresionada con la demanda. Me llamaron familiares, profesionales de toda España, y también de otros países hispanohablantes agradeciéndonos que hubiéramos puesto ese material a su disposición". La arquitecta estaba terminando entonces su carrera y supo que ya no podía mirar hacia otro lado, porque "había que dar respuesta a esa necesidad".  Así nació la asociación Aprendices Visuales, que acaba de recibir el Premio Unicef España 2103 de manos de la Reina Doña Sofía.

Más de 32.000 descargas gratuitas y un millar de ejemplares distribuidos en papel a precio libre (cada uno paga lo que puede) es hasta hoy el bagaje de El calzoncillo de José, precursor de dos colecciones -Aprende y Disfruta-  en las que El oledor explorador es el primer título pensado para el entretenimiento. Y aunque son cuentos diseñados específicamente para niños con autismo porque son los mayores aprendices visuales, pueden utilizar para niños con otras dificultades de aprendizaje o prelectores.


Los niños con autismo, describe Reyes, tienen siempre tres características: dificultades en las relaciones sociales, dificultades en la comunicación y una serie de intereses restringidos. "Dentro de eso, cada persona es única, diferente e irrepetible. Es decir, hay personas con autismo que son capaces de dar conferencias y otras que no son verbales; las hay a quienes les gusta relacionarse con los demás y otras que no soportan el contacto". Para Grandin, por ejemplo, era tan insoportable ver cómo funcionaba un aparato para tranquilizar al ganado en las exploraciones veterinarias, con dos palas metálicas que apretaban suavemente a la res por ambos lados, que llegó a diseñar para ella, entonces adolescente, una máquina de dar abrazos.

Según el Instituto de Salud Carlos III, en España hay 200.000 personas con autismo (uno de cada 150 niños padece este trastorno), de los 67 millones que hay en el mundo. El objetivo de Miriam es llegar a todos con sus cuentos y contribuir a desarrollar sus mentes, apasionada con esos cerebros que funcionan de manera diferente y tienen capacidades distintas. “Yo he aprendido a pensar en imágenes por la carrera que he desarrollado de arquitectura, pero ellos lo tienen innato. Es algo increíble de describir".

Grandin lo hace subrayando la notable capacidad que muchos autistas tienen para resolver rompecabezas, para orientarse en una ciudad o memorizar con una sola mirada cantidades enormes de datos. Cuando ella oye o lee una palabra la convierte automáticamente en una imagen visual de lo que representa su significado. Nikola Tesla, el gran inventor que era también pensador visual, construía cada turbina para generar electricidad en su cabeza y en su imaginación la hacía funcionar. "Sostenía -recuerda Grandin- que no importaba si la turbina había sido probada en sus pensamientos o en el taller: el resultado era el mismo".

Los detalles son el andamiaje de ese pensamiento. No hay generalizaciones. Así, cuando la doctora Temple Grandin escucha la palabra campanario no piensa en un campanario genérico, sino que por su cabeza pasan, uno por uno, todos los campanarios que ha visto en su vida.


Hoy José tiene ya siete años y el proyecto de su prima Miriam para construir puentes entre mentes distintas se robustece. En la galería de arte que Aprendices Visuales ha abierto en Madrid esta semana se ha inaugurado la muestra Colorismo donde expone, entre otros pintores, el artista con autismo Jaime Martínez.

"Los arquitectos no sólo estamos para levantar edificios. Arquitecto es aquel que da una respuesta creativa a una demanda social y eso es aplicable a muchas cosas, ya sea al diseño de un espacio público porque hay unas personas que necesitan algo, o el diseño de un proceso o cualquier producto o servicio que tenga interés para un grupo social". ¿Un pictograma para mostrar qué es el autismo? "ARASAAC utiliza el símbolo del puzle, porque son muchas piezas a encajar. Pero no hay una sola imagen del autismo, cada persona tiene la suya". Y todas bajo la bandera del querer es poder.

Bien lo sabe la doctora Grandin: "Después de todo ¿para qué deberíamos mandar un hombre a la luna? La única justificación real -apostilla- es que está en la naturaleza humana seguir esforzándose. El hombre jamás se queda satisfecho con una meta, sigue subiendo".


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