El aumento en los casos de autismo que se
han diagnosticado en la última década ha lanzado más preguntas que
respuestas y son muchos los especialistas que intentan explicar a que se
debe la tendencia alcista entre los menores que presentan una condición
dentro del trastorno del espectro autista.
Aunque el término autismo ha cobrado más notoriedad en las últimas dos décadas, la condición comenzó a identificarse y tratarse en la década de 1960. Las descripciones de niños con problemas de interacción social y conducta comenzaron ser más común en ese entonces en la literatura médica, aunque en ocasiones se utilizaban otros términos, como niños hiperkinéticos, nombre que luego se usaría para describir niños con hiperactividad, señaló la sicóloga clínica Ángeles Acosta, coordinadora del área clínica del Centro de Diagnóstico e Intervención en Autismo del Recinto de Ciencias Médicas (RCM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
Tanto en Puerto Rico como en los Estados Unidos, la prevalencia de casos de autismo ha aumentado en la última década. En el 2011, se estimó que en la Isla había 28,745 casos de autismo. Las estadísticas equivalen a que 1 de cada 62 niños en Puerto Rico tiene autismo.
“Y se cree que ese número va a subir a 1 de cada 15 en los próximos años”, expresó la pediatra Ada Ortiz.
El autismo se define como un desorden del neurodesarrollo, pues afecta la parte biológica y genética de los individuos, explicó Acosta. La condición presenta manifestaciones principalmente en la conducta y la comunicación social, pero se puede presentar acompañada de otras condiciones que afectan el aprendizaje, el desarrollo motor y el sistema metabólico, entre otros, señaló Ortiz. No obstante, no es una enfermedad de salud mental.
“Los niños con autismo no son esquizofrénicos, como se decía antes. El autismo es otra cosa”, manifestó la pediatra, al criticar la tendencia que existió de medicar a los niños con autismo con medicamentos para la depresión o la ansiedad.
Debido a que el autismo presenta síntomas a nivel “sistémico”, administrar tratamientos que solamente atiendan los síntomas detectables no suele ser efectivo a largo plazo, señaló la pediatra.
Terapias sicológicas, ocupacionales, sensoriales y tratamientos de modificación de conducta suelen ser parte crucial del plan de atención para un niño con autismo, indicó la administradora del Centro de Diagnóstico e Intervención en Autismo del RCM, Marilette Alicea.
¿Qué lo causa?
Existe gran controversia en torno a las causas del autismo. Por un lado, la medicina popular establece que aún se desconocen a ciencia cierta las causas del autismo. Mientras, otros especialistas aseguran que el autismo surge como consecuencia de una serie de factores ambientales, inmunológicos y genéticos que hacen al niño susceptible al desarrollo de la condición cuando son expuestos a algún detonante, que en muchos casos se acepta que es la exposición a una infección o una vacuna, explicó Ortiz.
“Hay que buscar la causa, tratar qué es lo que causa el autismo”, señaló Ortiz.
“El autismo es una enfermedad neuro-inmune, donde se presentan infecciones crónicas, alergias a alimentos y (lo causa) una alta exposición a tóxicos y químicos”, añadió la pediatra.
El mercurio, el plomo y los pesticidas utilizados en la agricultura son algunos de los contaminantes señalados como causantes de las deficiencias en los niños que desarrollan autismo, indicó Ortiz.
Debido a esto, existe un movimiento de personas que temen que las vacunas administradas a los infantes y niños causen autismo. Ortiz no está en contra de la vacunación, pero favorece que los niños reciban las inoculaciones siguiendo un calendario menos riguroso que el aprobado por el gobierno federal.
“Es un área bien interesante porque hay estudios particulares que implican ciertos contaminantes ambientales que generan cambios genéticos, particularmente en el periodo de gestación. Si nosotros tenemos una alta prevalencia de autismo en el área de Puerto Rico, y queremos bajar esa prevalencia, debemos trabajar no solamente las clínicas y los modelos de intervención que se han ido desarrollando a través del tiempo y que son importantes una vez se identifica, nosotros debemos hablar de prevención”, expresó Acosta.
Actualmente, hay expertos de la Escuela de Salud Pública del RCM y del Massachusetts Institute of Technology (MIT) que estudian el rol de ciertos contaminantes en los partos prematuros y el desarrollo de defectos congénitos en los niños, por lo cual no se debe descartar que factores ambientales causen autismo, manifestó la directora del Instituto de Deficiencias en el Desarrollo, Annie Alonso.
“Nosotros sabemos que en Puerto Rico hay un problema de contaminación bastante significativo, que quizás no se ha estudiado lo suficiente, pero aquí hay varios lugares que la EPA ha identificado como ‘superfondos’, que pienso que eso es algo que deberíamos darle mucho énfasis”, expresó Acosta.
No obstante, al momento no hay evidencia científica que ate la contaminación ni las vacunas con el autismo, acotó Alonso.
Aunque el término autismo ha cobrado más notoriedad en las últimas dos décadas, la condición comenzó a identificarse y tratarse en la década de 1960. Las descripciones de niños con problemas de interacción social y conducta comenzaron ser más común en ese entonces en la literatura médica, aunque en ocasiones se utilizaban otros términos, como niños hiperkinéticos, nombre que luego se usaría para describir niños con hiperactividad, señaló la sicóloga clínica Ángeles Acosta, coordinadora del área clínica del Centro de Diagnóstico e Intervención en Autismo del Recinto de Ciencias Médicas (RCM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
Tanto en Puerto Rico como en los Estados Unidos, la prevalencia de casos de autismo ha aumentado en la última década. En el 2011, se estimó que en la Isla había 28,745 casos de autismo. Las estadísticas equivalen a que 1 de cada 62 niños en Puerto Rico tiene autismo.
El autismo se define como un desorden del neurodesarrollo, pues afecta la parte biológica y genética de los individuos, explicó Acosta. La condición presenta manifestaciones principalmente en la conducta y la comunicación social, pero se puede presentar acompañada de otras condiciones que afectan el aprendizaje, el desarrollo motor y el sistema metabólico, entre otros, señaló Ortiz. No obstante, no es una enfermedad de salud mental.
“Los niños con autismo no son esquizofrénicos, como se decía antes. El autismo es otra cosa”, manifestó la pediatra, al criticar la tendencia que existió de medicar a los niños con autismo con medicamentos para la depresión o la ansiedad.
Debido a que el autismo presenta síntomas a nivel “sistémico”, administrar tratamientos que solamente atiendan los síntomas detectables no suele ser efectivo a largo plazo, señaló la pediatra.
Terapias sicológicas, ocupacionales, sensoriales y tratamientos de modificación de conducta suelen ser parte crucial del plan de atención para un niño con autismo, indicó la administradora del Centro de Diagnóstico e Intervención en Autismo del RCM, Marilette Alicea.
¿Qué lo causa?
Existe gran controversia en torno a las causas del autismo. Por un lado, la medicina popular establece que aún se desconocen a ciencia cierta las causas del autismo. Mientras, otros especialistas aseguran que el autismo surge como consecuencia de una serie de factores ambientales, inmunológicos y genéticos que hacen al niño susceptible al desarrollo de la condición cuando son expuestos a algún detonante, que en muchos casos se acepta que es la exposición a una infección o una vacuna, explicó Ortiz.
“El autismo es una enfermedad neuro-inmune, donde se presentan infecciones crónicas, alergias a alimentos y (lo causa) una alta exposición a tóxicos y químicos”, añadió la pediatra.
El mercurio, el plomo y los pesticidas utilizados en la agricultura son algunos de los contaminantes señalados como causantes de las deficiencias en los niños que desarrollan autismo, indicó Ortiz.
Debido a esto, existe un movimiento de personas que temen que las vacunas administradas a los infantes y niños causen autismo. Ortiz no está en contra de la vacunación, pero favorece que los niños reciban las inoculaciones siguiendo un calendario menos riguroso que el aprobado por el gobierno federal.
“Es un área bien interesante porque hay estudios particulares que implican ciertos contaminantes ambientales que generan cambios genéticos, particularmente en el periodo de gestación. Si nosotros tenemos una alta prevalencia de autismo en el área de Puerto Rico, y queremos bajar esa prevalencia, debemos trabajar no solamente las clínicas y los modelos de intervención que se han ido desarrollando a través del tiempo y que son importantes una vez se identifica, nosotros debemos hablar de prevención”, expresó Acosta.
Actualmente, hay expertos de la Escuela de Salud Pública del RCM y del Massachusetts Institute of Technology (MIT) que estudian el rol de ciertos contaminantes en los partos prematuros y el desarrollo de defectos congénitos en los niños, por lo cual no se debe descartar que factores ambientales causen autismo, manifestó la directora del Instituto de Deficiencias en el Desarrollo, Annie Alonso.
“Nosotros sabemos que en Puerto Rico hay un problema de contaminación bastante significativo, que quizás no se ha estudiado lo suficiente, pero aquí hay varios lugares que la EPA ha identificado como ‘superfondos’, que pienso que eso es algo que deberíamos darle mucho énfasis”, expresó Acosta.
No obstante, al momento no hay evidencia científica que ate la contaminación ni las vacunas con el autismo, acotó Alonso.
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