El 2 de abril es el Día Mundial del Autismo, una
condición que, según el Presidente de EEUU, afecta a una de cada 88
personas. Es decir que un niño de cada dos aulas escolares tiene algún
rasgo de los muchos que caracterizan el amplio espectro del autismo.
¿Qué es el autismo? Es un síndrome, no una enfermedad, es decir, un
conjunto de manifestaciones diferentes al modo cómo se comportan las
personas consideradas “normales”.
Alguien con autismo
puede estar afectada por una, varias o todas las alteraciones
identificadas. Son pocos los pediatras preparados para alertar a la
familia sobre esta condición, y generalmente son los padres o los
primeros educadores preescolares quienes las notan. La medicina infantil
debiera incorporar, además de indicadores de crecimiento como la altura
y el peso del niño, aquellos que hacen también al desarrollo.
Los indicadores de alerta temprana más frecuentes son cuando el niño no
fija la mirada en otra persona ni en ningún objeto que le llame la
atención; cuando se obstina en un solo juguete y no hace caso a otros ni
a otras actividades; cuando llora y no es por hambre, dolor ni
enfermedad; cuando se abstiene de relacionarse con su entorno; cuando se
acuesta en el piso y alinea objetos en filas; cuando tiene dificultad
para aprender a hablar y en el lenguaje o repite reiteradamente un mismo
comportamiento; entre otros. Es más fácil identificar este síndrome a
partir del año y ocho meses de edad. No todos los niños con autismo
manifiestan todos los signos y unos están más condicionados que otros.
Se desconoce el número de casos de autismo en el país. La ignorancia,
la impotencia y el duelo familiar hacen que esta condición se esconda,
se calle o se desnaturalice. Por este motivo, no todos los casos han
sido diagnosticados, y muy pocos reciben la atención que precisan. Todo
niño con autismo tiene la capacidad de superar los obstáculos que se le
presentan en su camino para alcanzar autonomía y poder “funcionar” como
los demás. El diagnóstico y la intervención adecuada, cuanto más
temprano, mejor.
Es maravilloso y penoso a la vez ver
el esfuerzo de los padres en Bolivia que solos y sin ninguna asistencia
del Estado, en materia de salud ni educación, se organizan para sacar
fuerzas de la adversidad y traducir en victorias diarias todo el amor,
la inocencia y capacidad de superación que tienen sus niños. Mi homenaje
y mi compromiso de por vida con ellos. Pasito a paso, siempre adelante,
como dice Anabel Cornago, mamá y transformadora del autismo de su
pequeño Erik, quien vino a Santa Cruz a transmitir su admirable labor
que agrega más luz, esa luz azul, que el 2 de abril encendemos para
naturalizar el autismo en el mundo entero.
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