Al decir de los trabajadores del Centro de Atención al Autismo brinda más de 8 especialidades a sus escolares
Foto: Dorado
Tras considerarse Cienfuegos la tercera provincia de más casos de Autismo en Cuba se toman estrategias acá para garantizarles un desarrollo integral. Los 18 escolares que padecen las diferentes manifestaciones de la enfermedad, aún sin conocerse el origen de ella, son atendidos en el Centro de Atención para el Autismo (CAA) con un minucioso programa psicopedagógico.
Al decir de especialistas en el tema antes del surgimiento de tal entidad educativa, en septiembre de 2011, dichos escolares estaban dispersos en las disímiles enseñanzas del sistema educacional del territorio. “Realmente era difícil darle la atención correspondiente. Muchos se insertaban en los centros de trastornos del lenguaje y la comunicación, en las escuelas de retraso mental, o tenían maestros ambulantes. Aquí se concentran los medios para su preparación y se les imparte ocho especialidades, las cuales incluye instructores de arte y educación musical”, enfatiza la MSc. Tania González Fonseca, directora del CAA.
A partir de una edad muy temprana, los niños que presentan algunos de los trastornos del espectro autista, no miran a los ojos ni prestan atención a los gestos o a la expresión corporal, pues poseen una percepción alterada del movimiento biológico, es decir, de los movimientos generados por el ser humano. Por el contrario, centran su curiosidad en los labios, porque el ritmo de esta parte de la cara se encuentra en sintonía con el sonido del discurso. Tal fijación en los labios les hace ignorar información social significativa para el desarrollo de la interacción con otras personas, pues el movimiento biológico está vinculado con la comprensión social y con el inicio de la relación del pequeño con la sociedad.
Según la sicóloga Lilibett Liste Méndez, el trabajo con estos escolares debe ser de manera integral y a la vez de individualizada, por áreas de desarrollo.
“Ellos tienen afectaciones en la comunicación, lenguaje, conducta…, por tanto, laboramos en función de mejorar las áreas afectadas. Normalmente en la vida común planificamos nuestro proceder, pero en la de ellos eso se debe llevar a cabalidad. No hay improvisación. Son rutinarios y cuando algo altera ese régimen al cual están adaptados pueden autoagredirse, irritarse. No comprenden las expresiones faciales, por ejemplo, y se les hace un programa para que las reconozcan. El enseñarlos lleva un ritmo, depende del escolar y del respeto a su capacidad”, agrega.
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