Han pasado más de tres años desde que el niño ingresó y
sus días son siempre los mismos; lo alimentan y lo mueven de idénticas
maneras.
Los doctores lo vigilan en el pabellón de niños y
adolescentes del Hospital Nacional Psiquiátrico, en Pavas, y aseguran
que estaría mejor si se va de ahí. Sin embargo, más
allá de la puerta de ese edificio no hay quien se anime a recibirlo; su
familia lo dejó a la deriva y no hay albergues, instituciones,
voluntarios, nadie.
La justificación: no conocen cómo
lidiar con el autismo severo que acarrea este joven de 13 años, desde
el diciembre en que nació. Nadie está dispuesto a
atarlo, a controlar que no se golpee la cabeza con los puños, ni se
muerda su lengua hasta romperla o se lesione, con insistencia sus
rodillas.
Sin embargo, a pesar de que se agrede y
tiene retraso mental, de que habla poco y casi no socializa, sus
doctores aseguran que cuando está tranquilo, el niño bromea y se ríe de
sus propias travesuras, sintoniza música latina y reggae, e incluso, la disfruta.
¡Aquí no! Arribó
al Psiquiátrico en un vehículo del Patronato Nacional de la Infancia
(PANI), el 15 de abril del 2009, a sus 11 años, luego de que esa
institución maniobró durante tres años para ubicarlo.
Desde
entonces, los psiquiatras del pabellón emprendieron un largo trayecto
para sacarlo de ahí, convencidos de que a ese mal no lo curan sus
remedios.
“No hay razón para que esté aquí, el chico
no necesita cuidados médicos sino de enfermería, de manejo personal. Si
se queda sufrirá un mayor deterioro”, alertó Álvaro Hernández, jefe de
servicios médicos y rehabilitación del Hospital.
No
obstante, en el país no existen albergues para él, el Hospital Nacional
de Niños no tiene una unidad de internamiento ni dónde retenerlo, no hay
rastro de familias voluntarias, y la Fundación Manos Abiertas no recibe
perfiles así.
El capítulo del menor en el
Psiquiátrico podría concluir por el recurso de amparo cuyo fallo, del 10
de agosto, obligó al PANI a reubicarlo a más tardar este mes.
¿Y ahora? “Esto
es como pasarse la papa el uno al otro. El niño ha sido abandonado por
el Estado, lo dejan ahí parqueado en el Psiquiátrico y ya, como un
garaje ”, reclamó David Luna, neurólogo infantil.
Para
Jorge Urbina, gerente técnico del Patronato, la mejor solución es
enviar al menor a una organización no gubernamental (ONG) especializada
en el manejo de la población discapacitada. Por eso, hace dos semanas
solicitaron un cupo y esperan una pronta respuesta.
“Lo
que proponemos es un acuerdo con la ONG: que ellos den toda la parte de
cuido, y nosotros ayudamos con la atención personalizada que requiere”,
dijo Urbina.
Si la Organización niega el cupo, el
PANI lo ubicaría en una casa propia de atención especializada –que ya
seleccionó– y complementaría el cuido mediante la contratación
(temporal) de servicios privados.
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